Me encontraba trabajando para una empresa petrolera cuando nos enviaron al fondo de la gran selva Peruana, era mi majestuosa Madre de Dios sin lugar a duda; sorprendido por los lugares que logre conocer agradezco a Dios por haberme cuidado en cada momento mientras lejos de mi familia me mantenía. Cómo les mencionaba.
Era una expedición de perforación y captación de posos para ver si había cerca del lugar al menos una, a medida que avanzábamos el terreno se transformaba y daba el aspecto cada vez más tenebroso; logramos pasar cerca de una manada de centenares de huanganas; el bullicio de estos animales cerca de nosotros nos ponía alerta de cualquier cosa la cual podría pasar.
Horas después llegamos a un paisaje sin mentir muy peligroso nos metimos en un lugar que terminamos dentro de un pantano por las indicaciones del mapa que nos habían designado. Estábamos en dos grupos nuestro jefe del grupo se fue con unos cuantos a perforar para avanzar mientras nosotros nos quedamos en aquel lugar.
Cayo la noche y como era de esperar el ambiente se volvió un concierto musical entre grillos y sapos, y uno que otro animal que hacia sus particulares sonidos, nosotros frente al fuego con el alimento listo para devorarlos comenzamos con el festín. Recuerdo que muy tarde ya antes de acostarnos para comenzar el arduo trabajo al día siguiente escuchamos como un disparo, era un sonido que trajo a mi mente la niñez en Ucayali con mis abuelos en el. Ese sonido sin pestañear tenía que ser la de una Sachamama, la particularidad de este sonido era como la de un casquete de bala que reventaba. Muy único; todos tuvieron pavor excepto yo, pues sabía que este animal no mata más que los animales que se atraviesan en su camino, y lo mejor de todo es que una vez descansado no se mueve a menos que se sienta amenazada.
Al día siguiente fuimos en su búsqueda pues jamás había visto una, más que en la imaginación que mi abuelo creo al contarme de este enorme animal. La encontramos entre palos secos muy gruesos y camuflados. Tenía la cara como tallada y unas pequeñas orejillas como las de un ratón, ojos grandes y amarillos para poder hinoptizar.
Todos nos quedamos asombrados, pero con una historia increíble que contar...
Fuente: Julio Reátegui Reátegui
By Dick Díaz Delgado
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